Seven Deadly Sins: Gula: Devorador de Humanos - Capítulo 1 - Madame Rouge y Devorah

Y como lo prometido es deuda, el primer capítulo de Seven Deadly Sins, gracias a Sachimun, disfruten la lectura....


Seven Deadly Sins
Gula: Devorador de Humanos
Capítulo 1
Madame Rouge y Devorah

14 junio, 1789.    
Para Devorah mirar a su familia era algo insoportable. Sus largos y pálidos rostros se clavaban en su mirada, quemándose en lo profundo de su ser. Ante ella se encontraba el frágil cuerpo de su hermano menor. Tras un accidente con una máquina textil al pequeño le fue arrebatada su mano. Aunque, en su hogar trataron la herida, éste se contamino y murió días después.
La muerte en el pueblo era algo normal, y que crecía día a día. Si no era alguna terrible fiebre por una enfermedad, lo era la insaciable hambruna que devoraba al campesinado y a los más pobres.
En su familia eran seis, de las cuales solo cuatro trabajan. Aun así, el sueldo que era recaudado por los cuatro no alcanzaba a alimentarlos. Por ende, pronto la penúltima de su familia iría a reemplazar a su fallecido hermano.
Luego, de que el sacerdote realizara su labor, llevaron el cuerpo al entierro. Solo cavaron una tumba lo suficientemente profunda para el pequeño, y lo lanzaron. Tras arrojar tierra al agujero, rezaron por última vez y regresaron a su hogar.
Si bien, vivían en una pequeña vivienda en la que apenas podían caminar libremente, se sentían resguardados en ella. El padre de Devorah, había hecho todo lo posible para que su familia tuviera alguna que otra comodidad, pero su avanzada edad le iba restando vitalidad. En su juventud fue el menor de ocho hermanos, al ver que no podían seguir alimentándolos, sus padres lo vendieron junto a cuatro de sus hermanos. Tuvo la suerte de que un burgués lo comprara, y le enseñara a labrar. Pero, ante la inminente muerte de su benefactor no tuvo más opción que buscar otro trabajo luego de que el hijo mayor del difunto vendiera las tierras.
Fue en su siguiente trabajo como obrero de seda en que conoció a su esposa. Se enamoró de su encantadora sonrisa y su optimismo ante cualquier cosa. Ella, al igual que él, se enamoró de su inquebrantable fuerza y su indomable espíritu que no se dejaba arremeter por nada. Y, aunque, la muerte de su pequeño les arranco parte de su ser, supieron sobrellevar el sufrimiento, y por supuesto, el alegrar un poco el ambiente entre sus hijos.
Tras semanas después de la muerte de su hermano, sus padres volvieron a la rutina de siempre. Aquello alivio el corazón de Devorah, ahora solo debía preocuparse en conseguir más dinero para el final de mes.
Ella trabajaba casi todo el día en una fábrica de seda. El dinero que entregaban dependía del rendimiento de los trabajadores. Y, como ella era torpe con sus manos, debía ingeniárselas de alguna forma el mantener o superar la producción promedio individual. A pesar, de que se esforzaba más que cualquier otro, no siempre la suerte estaba de su lado. Y, sin que sus padres supieran ella tomó un trabajo extra.

Fue cuando cumplió los trece años que la crisis financiera azotó con más fuerza a los estratos sociales, con más énfasis a los más pobres. En aquel entonces ella solo pensaba en trabajar y trabajar, la muchachas de su edad ya estaban preparadas para casarse. Pero ella no, pues su deber estaba con su familia y, por ende, debía entregar su cuerpo al exhaustivo trabajo sin cesar.
A pesar de su esfuerzo, el dinero seguía siendo un problema en su hogar. Y, de ello se dio cuenta su jefe. Un hombre vil y detestable para muchos. Calvin, era alguien que se aprovechaba del infortunio de las jóvenes para engañarlas y aprovecharse de ellas. Y, Devorah era una de tantas. Al enterarse de su precaria situación se acercó a ella pretendiendo ser un amigo, pero cuando la oportunidad llegó le arrebato su inocencia con una brutalidad digna de una bestia. Para evitar cualquier escándalo le entrego una bolsa de cuero con unas cuantas monedas como quien le pagaba a una prostituta. Poco después, volvería a poseer el cuerpo de Devorah a cambio de dinero.
Con el pasar del tiempo su cuerpo infantil maduró en una hermosa mujer. Sus grandes ojos marrones, del mismo color que su sedoso cabello, y sus rojas mejillas se convirtieron en un atributo de belleza que cautivaba a los hombres. Las curvas de su cuerpo se tornaron más finas, poseía un cuerpo que cualquier doncella deseaba.
Tras terminar con su indeseado trabajo extra, se limitó en salir rápido de aquel lugar para ir a comprar la mercadería. En el centro se vendía de todo, ropa, verduras, libros, muebles, entre otras cosas, todo aquello que uno podía ser de utilidad. De la lista que tenía de lo que debía comprar, solo pudo obtener la mitad. Los impuestos en las tierras había cobrado mucho alimento sustancial, y quienes eran los primeros en obtener privilegios en adquirir los más saludables y en gran cantidad era la nobleza. Por lo que, ella logró en tener en sus manos la sobra del pago de los agricultores a los terratenientes.

Cerca de donde Devorah deambulaba observando los puestos de la calle principal del mercado, se encontraba una mujer de una belleza incomparable. Si fueran a describir a aquella mujer sería, Rojo. Su vestido, cabello y ojos eran de color rojo como la sangre. E incluso los adornos que sujetaban su larga cabellera, y la sombrilla eran de tono más oscuro, pero seguían siendo de un incomparable rojo.
Sus delgados labios rojos formaban una sonrisa orgullosa. Su actitud altiva y firme, eran cualidades de alguien que pertenecía a la nobleza. Su tez pálida, protegida de los rayos del sol por su sombrilla, agraciaba su rostro. Su vestido era sin dudas costosa, su escote un poco más magno, de un elaborado diseño, intentaba disimular el gran tamaño de sus pechos.
Aquella mujer de rojo era un misterio, muy pocos conocían su verdadero nombre. Pero, para los demás, a quienes se dignaba a hablar, le decían “Madame Rouge”. Lo escaso que se sabía de ella era que fue la esposa de un antiguo conde, además de su gran conocimiento en el arte de la cocina. Y, por sobre todo, su abundante apetito del cual siempre decía jamás poder saciar.
Madame Rouge siempre estaba en busca del alimento que pudiera saciar su hambre que crecía sin control en su ser. Por más que comía nada le satisfacía. Pero, era algo común y entendible, pues siendo una de los siete pecados capitales, la >hambruna< siempre fue vital para ella, era casi tan natural como el vivir.
En el mundo de los humanos e incluso en el suyo, era conocida principalmente como ‘Gula’, aquel pecado que corrompía el alma llevándolo al más extremo e insoportable acción de devorar todo lo que sea capaz de aliviar el hambre. Su existencia para la mayoría era indeseable, tanto que muchos seres buscaban la forma de destruirla al igual que a sus hermanos. Pero, había un solo ser en el mundo que les tendió la mano para resguardarlos y ayudarlos. Aquel ser para ellos era como su progenitor, vertieron todo el amor que sentían en él, y juraron lealtad y fidelidad eterna.
Y, como tal, Madame Rouge, se encontraba en busca de su próxima víctima. El alimento favorito de los pecados era el alma. Por lo que, cada cierto tiempo, vagaban en el mundo terrenal para buscar almas a su gusto y poder deleitarse con ellas. Pero, lo que más atesoraban era el de hacer contratos con aquellos débiles seres, para luego engullir el alma que cayó en la oscuridad.
Tanto ella, como sus hermanos, se divertían a costa de otros. Le gustaba saborear la desgracia y la agonía de otros, su vida se sustentaba en el dolor y el sabor de las almas pecadoras.
Después de un interminable viaje por mar, Madame Rouge llegó a Francia. Del puerto viajo de ciudad en ciudad, hasta llegar a la capital. París era un lugar que albergaba a toda clase de persona, entre ellas a las pecadoras. Ella sentía su cuerpo estremecerse cada vez que pasaba al lado de una alma digna de ser saboreada. Pero, hasta ahora ninguna le llamó la atención. ¿Cómo iba a devorar el alma sin antes preparar un escenario digno de tragedia y desesperanza?
Eso era lo que ella estaba buscando, y ante la mirada lujuriosa de muchos y de envidia de otras, sus pies la llevaron hasta la calle principal del mercado.
Los artefactos de metal o cualquier cosa que no fuese alimento no le dedicó ni siquiera una pizca de atención. Pero, toda la comida que veía ya la conocía, y no encontraba nada nuevo para degustar.

Fue entonces cuando su cuerpo se paralizó. Un incesante estremecimiento invadió a su cuerpo. Fue tan potente que se encontraba en éxtasis. Siguió por instinto aquello que le hacía perder la cordura, dando pasos más rápidos que los anteriores, llegó hasta un puesto de dulces. Allí hablando con el dueño se encontraba una joven de una belleza promedio. Alguien a quien no le dirigiría la mirada ni su atención aunque fuese el último humano en la tierra como todos los demás. Pero, lo que llamó su curiosidad fue que aquel delicioso esencia que invadía su cuerpo y lo estremecía era de aquella mujer.

Madame Rouge al fin había encontrado a su presa, al fin encontró a su próximo alimento. Pero, primero disfrutaría el atormentar y destruir su vida y alma, antes de poder degustar el sabor.
   ¡Ah, no puedo esperar a ver la tragedia que tejeré con esta pobre alma desdichada! Su increíble hambre me ha conmovido, por lo que no estaría mal que le diera una mano solidaria. Sería una lástima dejar tan magnífica alma en un camino de incertidumbre. 
Tras decir aquellas palabras, una ligera risa se escapó de aquellos rojos labios finos.


----PRÓLOGO----

----CAPÍTULO 2----


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