Astra - Prólogo Volumen 2

Volumen 2 - Prólogo de una nueva aventura :3

ASTRA
PRÓLOGO
Thrin Theras es el reino más poderoso y rico de Belifas, esto viene siendo demostrado a lo largo de los años gracias a los grandes comerciantes y las familias más acaudaladas que habitan todo el territorio, la buena conducción y políticas establecidas por el rey también han formado parte en estos resultados.
Pero a mayor poder y dinero, mayores amenazas surgen.
Durante muchos años las riquezas e integridad de las grandes familias han venido siendo blanco de numerosos asaltos, que casi siempre terminan en muerte.
Familias enteras son asesinadas, pero solo pertenecientes a la clase alta; y sus riquezas, robadas.
Toda la responsabilidad es señalada ante una sola organización, una de asesinos, llamada Safiot; pero el reino busca constantemente erradicar el problema, teniendo para ello su propia orden de élite la cual es llamada Neo Génesis, una organización conformada por exclusivamente magos, todos pertenecientes a familias adineradas de la clase alta.
Este conflicto se ha venido dando durante años, y parece que aún tiene un largo camino por delante.
Dos carrozas de regular tamaño se trasladaban por una carretera a través de un sendero rocoso, al interior, el conductor de la primera carroza se percató de una presencia que se encontraba de pie en medio del camino, la carroza iba lentamente deteniéndose hasta quedar parada.
– ¿Hmm?
La segunda carroza, que venía atrás, también hizo lo mismo, y ambos conductores y dos personas más bajaron para acercarse.
Se trataba de una persona cubierta con una larga gabardina negra que llegaba a cubrir parte de su rostro, permanecía inmóvil mientras se le acercaban.
– Hey, estás obstruyendo el paso, retírate.
La persona permanecía aún quieta y no respondió ante ese pedido.
– Oye, ¿acaso no estás escuchando?
El tipo sacó de su cinturón un revólver, lo cargó y apuntó sin reparos contra la misteriosa persona.
Era muy común que los transportistas y mercaderes se movilicen portando siempre armas para protegerse en eventuales situaciones de asaltos, ya que eran los más propensos a ser víctimas de bandidos; pero durante el último año, los rumores sobre la incursión de Safiot en estos asaltos habían agravado aún más la situación.
Ante esta medida tomada por estos transportistas, siendo objeto de la mira del arma, aquel encapuchado por fin habló.
– Tomaré su mercadería.
Al escuchar estas palabras, los sujetos se confundieron entrando al instante en un ambiente de zozobra.
– Podrá ser que...
La extraña persona seguía inmóvil, lo que generó aún más inquietud en todos, pero al parecer tenían la casi certeza de lo que se trataba todo.
– ¡Safiot!
Una exclamación hizo que de la segunda carroza descienda un grupo de personas armadas, quienes de inmediato apuntaron contra la persona frente a ellos.
– Después de todo fue una muy buena decisión haber contratado mercenarios para la protección de la mercadería.
El sujeto que portaba el revólver alcanzó a referir que habían imaginado que algo así iba a suceder, mientras mostraba una extraña sonrisa de confianza y a la vez de nerviosismo.
– ¿Mercenarios? – la persona fue quitándose la capucha dejando ver el rostro de una mujer de cabello negro corto atado hacia la parte de atrás –... ¿cuáles?
Los sujetos que habían estado conduciendo las carrozas oyendo esas palabras voltearon de manera lenta viendo a todos los mercenarios tendidos sobre un charco de sangre y a otra persona encapuchada sosteniendo una gran hacha negra en un báculo de gran longitud, bañada en sangre.
– No puede ser...
La impresión en ellos al ver aquella escena fue grande, los nervios hicieron que el sujeto que portaba el revólver voltee nuevamente dispuesto a disparar contra la mujer; pero al momento en que este levantó el brazo en dirección a ella, un corte casi imperceptible desprendió la mano de este ante la vista atónita de sus tres acompañantes.
– Adiós – dijo la mujer con una sonrisa fría.
Y antes de que el sujeto pudiera reaccionar tras el ataque, una sombra negra se dibujó por debajo de ellos y desaparecieron tragados como si hubiesen estado sobre arenas movedizas.
Una tercera persona encapuchada se acercó desde un costado sosteniendo en sus manos una cadena que sujetaba en ambos extremos dos extrañas cuchillas. La primera mujer al verla acercándose le habló.
– No tenías por qué haber hecho eso, Raisa.
– Yo solo quería el arma.
Contestó la segunda persona del grupo, Raisa, que también era una mujer; mientras se agachaba a recoger la mano que sostenía el revólver, que había quedado a un costado del camino.
Luego de coger el arma, Raisa lanzó la mano. La persona en el lugar, aquella quien sostenía el gran hacha, y quien había eliminado a los mercenarios, al instante se refirió a ambas jóvenes.
– Raisa, Gretel... ¿podrían dejar de perder el tiempo?, a lo que vinimos por favor...
Gretel, la primera mujer, volvió a ponerse la capucha y junto a Raisa caminaron hacia la primera carroza, mientras quien sostenía el gran hacha revisaba la segunda carroza.
Raisa y Gretel abrieron la parte posterior de la primera carroza...
– Caryn, lo tenemos...
Gretel llamó a la tercera mujer encapuchada, quien de inmediato se acercó.
– Perfecto – refirió mostrando una sonrisa cuando llegó y vio la gran cantidad de armamento que se encontraba dentro.


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